sábado, 1 de diciembre de 2012

MI NUMEROSA FAMILIA


Tenemos un momento en nuestras vidas que al recordarlo es solo eso, un instante flotando en el tiempo como si de un barco a la deriva se tratase, está ahí siempre, en medio de la nada, no hay un antes ni un después, nada que lo enlace  sin romper la magia que lo envuelve. Sin embargo los detalles están en mí tan nítidos que cuesta creer que pasó hace ya la tira de tiempo.
...Estamos todos con nuestras mejores galas, mis padres en el centro sentados con mi hermano pequeño en el regazo, mi hermano mayor, mi hermana pequeña y yo, de pie a ambos lados. El fotógrafo encargado de organizarnos nos mueve de aquí para allá como si de fichas en un tablero se tratase, obedecemos sin rechistar, el buen hombre da unos pasos hacía atrás comprobando el resultado, así de simple, un trabajo fácil que hace a diario y que no le lleva más de diez minutos, pobre no sabe que jornada le espera con nosotros!!.
Qué desencadena el desastre?, no puedo recordarlo, si entramos en el estudio predispuestos a liarla por el nerviosismo que el acontecimiento de ir la familia en pleno suponía, si habíamos contado tonterías por el camino, si hubo un  comentario gracioso por parte de alguien... Apenas un segundo, lo que tardamos los tres hermanos en mirarnos, sin mover siquiera la cabeza, por el rabillo del ojo, para romper a reír y reír a carcajadas, un segundo de vacilación por parte del fotógrafo que no vio venir la «tragedia». Todos descolocados, mis padres regañando y a la vez suplicando que parásemos, mi hermano pequeño sin saber si reír o llorar, por más empeño que poníamos en serenarnos no lo conseguíamos, las risas ahora a destiempo, nos hacían recaer una y otra vez. El fotógrafo tuvo que salir, pienso que para serenarse, momento que mis padres aprovecharon para amenazarnos con mil castigos si no dejábamos de reír. Nos colocamos de nuevo cada uno en su lugar, nos enjugamos las lágrimas de la risa y esperamos calmados, uno, dos, antes de oír tres reíamos como hienas nerviosas, mi padre rojo aguantando el enfado o tal vez la risa, mi madre disimulando con la sonrisa a flor de piel. El fotógrafo todo un bendito! de un lado para otro, desesperado, mirando el reloj, la puerta, a nosotros, suplicando con la mirada un poco de seriedad. Al fin un fogonazo inmortalizó el momento. Salimos del estudio como almas en pena, con los ojos de las familias que esperaban su turno clavados en nuestra nuca, los padres susurrando entre ellos mientras que sus hijos cómplices de nuestra hazaña, nos hacían presagiar la dura jornada que aun  quedaba por lidiar en el estudio el «virus» de la risa atacaba de nuevo!.
Llegó el día esperado y temido por todos de recoger las fotos (antes no se visualizaban) al no saber el resultado final, acudimos de nuevo la risueña familia al completo por si había que repetir la sesión, otra vez engalanados para la ocasión. Nos recibió el  fotógrafo con cara de pocos amigos enseñó a mis padres el trabajo,  a nosotros nos lanzó una mirada amenazadora. Deseábamos de verdad que estuviésemos aceptables, mis padres la miraban , luego a nosotros de nuevo la foto  a nosotros... ya  en la calle respiramos aliviados sin atrevernos a preguntar nada, aunque la curiosidad nos comía por dentro.
En casa,  pudimos contemplar con detenimiento la ansiada foto. Mis hermanos, mis padres y yo todos felices, sonriendo de todas las formas de sonreír que existen, con la mirada, con los gestos... Mi numerosa familia, nunca hubo ni habrá una fotografía tan linda como esa, tiene sentimiento, «duende» . Hoy en día aún circula por casa de mis padres, pegada al documento de «Familia Numerosa».